Era una fría mañana de Enero y un nutrido grupo de velocípedos,
se disponen a surcar las tierras que antaño pertenecieron a la familia más
poderosa e internacional de nuestras tierras, los Borja o Borgia.
En esta época del año se celebra un mercado medieval en la
localidad de Llombai, y en estas se encontraron nuestros jinetes, pues con
prontitud descubrieron que todo tipo de aventuras les esperaban en este corto
pero intenso viaje, viaje que les aria adentrarse en las fauces de una montaña con
caminos y sendas antaño tan recorridas, sendas que vuelven a la palestra con la
explosión del deporte de montaña.
Los elegidos para
derrotar al miedo a lo desconocido y disfrutar de cada curva, rampa, escalón,
cuesta…
Paula, Jose Luis, Toni, Escri, Diego, Miguel, Oscar, Kevin, Mario y yo (Migue).
La ruta la comenzamos en Llombai, pasando por sus calles
salimos para coger caminos y sendas por sus huertas, en pocos metros nos
encontramos con el rio Magro que en épocas de lluvia puede llevar agua como
para intentar mojarnos los pies, seguimos para adentrarnos en la sierra del
Tello donde nos da como siempre la bienvenida esa torre por la que muchos damos
nombre a esta sierra Aledua.
La subida la empezamos por la senda de la cadena, salimos de
la senda y nos encontramos con la subida por el camino de la cañada real de
Aragón, terminada la subida nos dirigimos hacia el Norte para empezar con la
primera bajada de la ruta, primero por el camino del Puntal con un tramo con
poca pendiente rocoso y endurero, que nos pondrá a prueba para lo que nos
espera.
Empezamos con la
senda de la Serp o del barranco de la Lloma Plana, senda con curvas cerradas y
alguna rampa que quita el hipo senda limpia para disfrutar, salimos de la senda
al camino de les Canyades, subimos camino arriba para llegar a una zona de
chalets donde empezar con la bajada y llegar a la segunda senda a destacar del
recorrido, llegados a este punto hay que comentar que nos dejaremos a la
derecha el camino que lleva al castillo dels Alcalans, nosotros seguimos por la
senda paralela al barranco de flordelís, tiene un paso rápido pero como en toda
la sierra tenemos que estar siempre pendientes de las afloraciones rocosas que
obstaculizan nuestra marcha.
Salimos de nuevo al camino de la cañada de Aragón otra
subida para llegados arriba ahora seguir a nuestra derecha y buscar el Cami
Creuer.
El camin Creuer con sus tramos de trialera con mucha roca y
sus tramos más cerrados de senda limpia son un perfecto ejemplo de todo lo que
nos podemos encontrar en esta sierra, más de 2km para disfrutar. La bajada la
continuamos por un barranco con cantos rodados pero ciclable, es el barranco de
la Canyada en su parte más baja y humeda, en cual nos saca al tramo bajo del
camino de la canyada de Aragón, que por esta zona se convierte en trialera con
algún paso complicado que hacer para llegar al camino asfaltado que acompaña al
rio.
Tenemos al final del barranco de la cañada una zona con
bancos y sombra de unos pinos centenarios supervivientes de los muchos
incendios que han desolado parte de esta montaña, a escasos 5 metros empezamos
con la subida al Portixol subida con tramos de mucha pendiente y el firme con
mucha gravilla suelta, posiblemente una de las más complicadas de esta sierra,
pero fácil de hacer a la marcha que el cuerpo aguante.
Estamos otra vez en la parte alta de la sierra y desde el
mirador del Estepar podemos deleitarnos con las vistas al valle del rio Magro,
que se encajona entre esta sierra para abrirse poco a poco a su paso hasta llegar
al gran llano de la ribera y conectar con el Xuquer.
Como no en la zona del Estepar rodamos por sus dos sendas
que con su falso llaneo y dándole al pedal nos adentra en este pequeño
altiplano, donde aún se conservan tierras de cultivo en su mayoría olivares.
Empezamos a bajar por la senda del barranc del tío Traca,
senda con piedra suelta que complica un poco la bajada pero ciclable, esta
senda que va suavizando en cuanto a pendiente nos deja en la zona más húmeda de
la sierra un barranco donde se unen todos los barrancos de esta zona para
acabar vertiendo sus aguas al rio por el barranco de la Canyada.
En la zona baja de la senda que recorre los barrancos
tendremos algún paso complicado de subida y bajada pero para la mayoría
ciclable y como ya he dicho digno de disfrutar.
Terminamos la bajada y ya tenemos casi toda la ruta, ahora
subiremos un poco para enlazar con las sendas que se acercan a la torre Aledua,
ya en la parte final toca cruzar el rio que depende del agua que lleve puede
hacerte mojar tus pies, siguiendo recto por asfalto a la salida de la zona de
la torre podemos cruzar por un paso alto asfaltado para evitar el cruce del
rio.
Entramos a Llombai y descubrimos que en nuestra ausencia el
pueblo se ha llenado de huestes dispuestos a saborear cada puesto artesano y
cada atracción. Con los antiguos oficios se entremezclan nuevos artesanos y
personajes que como salidos de las novelas de caballería se acercan al
populacho para hacer el disfrute con sus fingidas batallas, su música o incluso
sus harapos.
(La historia de este pueblo en la época del medievo).
Podemos decir que poco se sabe de Llombay en los tiempos
musulmanes, cuando paso a llamarse Al-Lumbair o Alumber. El único dato conocido
es que Don Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como El Cid Campeador, pasó por
allí, después de haber atacado el cercano castillo de Alcalá o Alcalans (de ahí
el nombre de la antigua comarca) y de haber capturado a su alcaide.
Conquistada por Jaime I en 1238, en el Llibre del
Repartiment de Valencia el pueblo de Llombay fue dado al Caballero Gaulabia. Su
señorío fue concedido a Gonzalo García, señor de Mogente, en 1336 por el rey
Pedro el Ceremonioso, con jurisdicción alta y baja y mero imperio. Hacia el
final del mismo siglo XIV pasó a la familia Centelles.
El 21 de abril de 1404 tuvo lugar en las cercanías del
pueblo la Batalla del Forcat, una batalla entre las familias nobles de los
Centelles, a los que claramente apoyaban los habitantes de Llombay ya que eran
sus barones, y los Vilaragut, que formaban parte del bando de los Soler.
A finales del siglo XV la familia Borja, más conocida por el
italismo Borgia, compró la Baronía a la heredera de Guillem Ramón Centelles en
1494, es decir, que los papas Alejandro VII y Calixto III fueron, además de los
líderes eclesiásticos del cristianismo católico, los barones de estas prósperas
tierras.
Carlos I decidió darle a Francisco de Borja el rango de
Marqués de Llombay, convirtiéndose en el primer marqués de este pueblo. Con él
empezó un cambio drástico en por aquel entonces pequeño pueblo habitado
mayoritariamente por moriscos a convertirse en un importante centro cultural y
espiritual de la zona, gracias a la construcción del convento de los Dominicos
y a la iglesia de la Santa Cruz (un importante y desconocido ejemplo del último
gótico rural que queda en España).
El pueblo sufrió mucho durante la expulsión de los moriscos
quedando así muy pocas familias cristianas en el lugar, propiciando así la
desaparición del poblado de Aledua y el gran descenso de población en Llombay,
que debió ser en parte repoblado por familias proveniente de otros pueblos del
Reino de Valencia, entre ellos Torrente, o de zonas tan lejanas como el
Ampurdán Catalán.
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